UN SUPERBÓLIDO DE 50 kT SOBRE INDONESIA EL PASADO 8 DE OCTUBRE

AVISTADO SOBRE LA REGIÓN COSTERA PRÓXIMA A BONE, EN SULAWESI DEL SUR

Diferentes medios indonesios reportaban el pasado 8 de octubre la aparición de una gran bola de fuego que dejó tras de sí por una columna de polvo en pleno día. En aquella zona del globo pocas imágenes fueron obtenidas, exceptuando un vídeo de la estela persistente dejada en la atmósfera. El caso fue estudiado por los Dres. Elizabeth Silber y Peter Brown de la Universidad de Western Notario (UWO) en base a los registros de infrasonidos detectados en 11 estaciones de todo el mundo, cinco distanciadas más de 10.000 km y una de ellas a casi 18.000 km. La señal recibida era de muy baja frecuencia e indicaba una súbita perturbación producida por un objeto penetrando la atmósfera terrestre a velocidad supersónica.


Imagen de la estela persistente del bólido extraída del vídeo realizado enviado por Suniansyah a YouTube el mismo día de la caída del bólido. Cortesía MetrO TV.

LA FRECUENCIA CON LA QUE OCURREN ESTOS FENÓMENOS

Objetos próximos a la Tierra, conocidos por el acrónimo anglosajón de NEOs (Near Earth Objects), con un diámetro en torno a una decena de metros suelen cruzarse con nuestro planeta varias veces al año. Las estadísticas indican que una vez cada década uno de ellos impacta con la atmósfera terrestre. Ésta constituye un escudo tan eficiente que suele generalmente desintegrar el objeto en su brusco encuentro con la atmósfera terrestre. A la brillante bola de fuego producida por la ablación del meteoroide en la atmosfera, la enorme presión hidrodinámica que sufre el meteoroide al profundizar en las capas más densas (primero la mesosfera y posteriormente la estratosfera) conlleva la desintegración del objeto en un fenómeno conocido como estallido atmosférico (en inglés: airblast). Ambos fenómenos, unidos a los tremendos sonidos que los acompañan, suelen causan temor entre la población. Un ejemplo remarcable por su magnitud fue el gran estallido acompañado de onda expansiva y lluvia de vapor caliente ocurrido en la remota región siberiana de Tunguska en 1908. En aquella ocasión los estudios realizados de la trayectoria de impacto indicaron que pudo tratarse de un fragmento del cometa 2P/Encke con un diámetro entre 50 y 100 metros. Tales eventos son muy poco frecuentes, quizás uno cada siglo, y su estudio resulta prioritario para saber qué objetos debemos temer en el futuro.

DETERMINANDO LA ENERGÍA DEL EVENTO EN BASE A INFRASONIDOS

El estudio de la relación entre el periodos e intensidad de la señal permite derivar la energía depositada en la atmósfera en el impacto de estos cuerpos. Esta relación fue derivada en 1997 por el investigador norteamericano Douglas O. ReVelle de Los Alamos Nacional Laboratory en EUA. Gracias a la aplicación de esa técnica el equipo canadiense de la UWO pudo derivar la energía del impacto y establecer un valor aproximado de unos 50 kT para la energía del estallido, con un error en torno a un 50%. Usando ese rango de energía depositada y considerando una velocidad promedio para el impacto de un NEO de 20.3 km/s Silber y Brown obtuvieron que el objeto debió tener entre 5 y 10 metros de diámetro.


Señal infrasónica detectada por la estación IS13CL desde la Isla de Pascua. Se trata de una detección a distancia casi de récord dado que esta isla del Pacífico Sur se encontraba a unos 13.500 kilómetros del superbólido ocurrido en Indonesia. Se representa la hora de recepción de la señal (TUC) versum su intensidad. Imagen cortesía Dr. Peter Brown (UWO).

UN CASO QUE EJEMPLIFICA LA DIFICULTAD DE DETECTAR METEOROIDES ANTES DE SU IMPACTO CONTRA LA TIERRA

La Unión Astronómica Internacional (UAI) define un meteoroide como una partícula orbitando el sistema solar con un tamaño superior a una micra e inferior a 10 metros. Las partículas más diminutas producen al penetrar en la atmósfera las conocidas estrellas fugaces o meteoros mientras que las mayores producen grandes bolas de fuego que, si la geometría de impacto es favorable, producen meteoritos. En octubre de 2008 el descubrimiento de 2008TC3, un meteoroide de unos 5 metros de diámetro, a tan sólo 20 horas de impactar contra la atmósfera terrestre sobre Sudán sugirió que las redes de telescopios que monitorizan la aproximación de asteroides y cometas a la Tierra rondaban ya el margen de detección de rocas menores a 10 metros, conocidas como meteoroides. Para la fascinación de la comunidad científica, el impacto de 2008TC3 produjo meteoritos que fueron recuperados en una colaboración entre NASA NASA y la Universidad sudanesa de Karthoum .

Este superbólido de Indonesia vuelve a mostrar que la detección de meteoroides por los programas de seguimiento de NEOs sigue siendo marginal por lo que el caso del 2008TC3 debe ser considerado una afortunada casualidad. Pese al esfuerzo económico realizado por algunos países, actualmente la distribución de las redes de seguimiento sobre el globo terrestre continúa siendo heterogénea, la detección sólo es posible en geometrías de aproximación favorables. Cabe tener en cuenta que muchas de estos bloques rocosos presentan muy baja reflectividad y sus relativamente pequeñas dimensiones los hacen ser extremadamente difíciles de detectar. Tan sólo el desarrollo de nuevos programas de detección y seguimiento con telescopios todavía más potentes permitirá detectar objetos de pocos metros en ruta de colisión contra la Tierra. La detección desde el suelo de estos eventos mediante diferentes técnicas, como viene desarrollando en España la Red de Investigación sobre Bólidos y Meteoritos , continúa proporcionando por consiguiente la única información sobre la frecuencia y energía depositada en la atmósfera en estos impactos.


OTROS RECURSOS PARA LA PRENSA.

  • Vídeo de la estela persistente publicado en YouTube

  • Noticia colgada en el Yakarta Post el pasado 8 de octubre de 2009

  • Nota de prensa de nuestra red sobre el impacto del 2008TC3

  • Noticia del Jet Propulsion Laboratory (NASA) sobre la recuperación de meteoritos del 2008TC3


  • VER MÁS NOVEDADES

    Nota de prensa preparada por: Josep M. Trigo (CSIC-IEEC)